Ruido diario #43
Alrededor de una mesa de madera, Julen, su hijo Beñat y otros seis vecinos de Aretxabaleta golpean con las manos los tablones una y otra vez. «Tac-tac-tac/tac-tac/tac-tac-tac». Uno tras otro ensayan como alumnos aplicados un ritmo al oído indescriptible y poco armonioso. «Tac-tac-tac/tac-tac». Frente a ellos, una pantalla de ordenador con un peculiar pentagrama, sin notas, pero con mucha música por descubrir. Son los ocho alumnos de la escuela de campaneros del barrio de Arientza, ocho enamorados de la tradición más sonora que ahora quieren recuperar a fuerza de ensayo. (…) El grupo de Aretxabaleta no es el único que se ha empeñado en resucitar el arte de las campanas. En Amurrio, también está haciendo mucho ruido la primera asociación vasca de campaneros, que organiza cada año un concierto al que acuden los mejores profesionales de España, especialmente de la Comunidad Valenciana y de Castilla-León, donde perviven en activo decenas de campaneros.