Ruido diario #89
El ruido de las obras ha ido a más. Ahora se han instalado sobre mi cabeza, con unas máquinas brutales para arrancar baldosas y romper todo lo que había. Esos hombres no llevan casco ni protección. Si a mí me desquician, ¿cómo estarán ellos y sus tímpanos y su sistema nervioso? Pero nuestros políticos (ya se sabe que viven del cemento, no en vano las inmobiliarias y constructoras subieron en la Bolsa al saber que había ganado Zapatero) no ponen límite a los decibelios… siempre que sea para hacer obras. Cuando se habla de ruido, todos se refieren a los bares y la música. A mí en cambio me preocupa sólo el silencio diurno, poder escribir, poder leer, poder trabajar… ahora ya no puedo ni hablar por teléfono. Me dicen que este volumen no continuará, ¿pero cómo saberlo? Se sorprenden de mi pregunta. ¿A quién le importa el ruido o la vibración? Cuando paran las máquinas, ellos se hablan a gritos desde el ático a la portería. Hoy me expulsan de aquí, mañana tal vez pruebe en una biblioteca o acepte la hospitalidad de algún amigo.