Ruido diario #87
[Aulablog]
El invasor de mentes
De día se mueve sigiloso, aparece y desaparece, huye, se acerca, y vuelve a esconderse tras el fuego artificial nocturno. A veces, hace suya esa máxima de todo invasor: mientras más ruido haga, más fuerte parecerá, pero sólo eso, parecerá. Porque el ruido y la fuerza, ya lo sabemos, tienen poco que ver. Mientras más lamento se disemine, menos lo observarán a él. Si oye disparos, presiente cadáveres desparramados por la sabana. Si ve tigres, los sigue y no se expone. Busca la manada pero no quiere que lo vean en grupo. El invasor de mentes se afirma individualista, pero desprecia a todo individuo que se resiste a la invasión. Y a la vez pregona el peligro de invasiones de todo tipo, porque el invasor de mentes se dice, sólo eso, se dice, amante de la libertad. Otea el paisaje de las debilidades como nadie y aprovecha su oportunidad para sobrevivir, inoculando un veneno paralizante que deja a sus víctimas en estado de semiconsciencia que no es sino el sucedáneo laico de lo que otros llamaron resurrección, redención, liberación.