Ruido diario #93
Si viviésemos en otro planeta y sólo recibiésemos de éste testimonios sonoros, no sé cómo lo imaginaríamos. Me paso buena parte de la mañana en cama, oyendo el trajín de la mañana tras la persiana echada. Está uno acostumbrado al ruido de la vecindad por la tarde, al estruendo de los televisores de los vecinos, encendidos desde la sobremesa, al tráfago de motos y a las voces destempladas de las pandillas que juegan o gamberrean por el barrio. Pero la mañana los ha puesto a todos a buen recaudo, casi con criterio judicial: sobre los televisores pesa una orden de cierre, los de las motos están en sus quehaceres, o durmiendo la mona de ayer, los de las voces están recluidos en el colegio. Desde aquí sólo de oye el paso de algún que otro furgón de reparto, el rumor de ese viento que acaricia a contrapelo las copas de los escuálidos árboles de barriada que ornan el paseo; y, por encima de uno y otro, el canto obstinado de los pájaros, que no es sino un modo delicado de pautar el silencio predominante. Lo que uno se pierde todas las mañanas por levantarse antes que el sol y meterse en un atasco.
Noviembre 14th, 2009 at 3:03 am
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