[aparecera publicada en su totalidad en el primer numero de URSONATE]
¿Cuál es tu opinión del llamado arte conceptual, qué opinas de la corriente musical que trabaja dentro de estos métodos? ¿es una forma quizás de paliar la insuficiencia a nivel de texto que puede achacarse a mucha música experimental, tal vez demasiado abstracta?
No es lo mismo el arte conceptual entendido como corriente surgida a mediados de los años 60 como posicionamiento dentro del campo artístico, que quizá pudo tener cierto sentido en su momento, que esa tendencia radicalmente conceptualizadora que se ha venido practicando largo y tendido en el arte, no ya como oposición a ciertas posiciones previas y mucho menos como innovación, sino como enfoque exclusivamente lingüístico o “de idea” de las prácticas artísticas, que es algo que no sólo se ha extendido hasta nuestros días sino que cobra cada vez más fuerza, en mi opinión peligrosamente. Yo creo que la preponderancia del concepto (y por ende el arte conceptual) ha sido y es muy dañina en la creación artística por muy diversos motivos. De primeras, porque el uso de elementos lingüísticos o pertenecientes al pensamiento previo relega el arte a una mera condición representacional, entendiendo la representación no como ilustración de cuestiones externas sino como elaboración de algo existente de antemano en algún lugar del pensamiento. Esto hace de la obra exclusivamente la inmaterialidad de la idea y de su propio proyecto, sin tener en cuenta la fenomenología del material y las condiciones específicas que la actuación sobre dicho material puede tener. Es pura incorporeidad. Si el arte existe para aquellos huecos oscuros para los que el lenguaje no es suficiente, para aquello que, de alguna forma, escapa y no es representación –al menos entendida como representación consciente- ¿cómo vamos a enfrentarnos a ello desde parámetros lingüísticos? En relación con esto, podríamos decir también que es el arte que transcribe todo a lenguaje puramente razonado desde el pensamiento lingüístico, por lo que no existe el imprevisto sino que la obra en muchos casos se constituye como una mera imposición por parte de quien la crea. El hecho de que surja, además, de un pensamiento extremadamente proyectivo que parece querer tener las cosas terminadas antes de empezar, como comenzando por el final, hace que sea un tipo de arte inherentemente finalista, cuyas obras no descansan sobre el tiempo presente sino que parecen ser deudoras del futuro implicado siempre en la idea de proyecto, parecen morir cuando el proyecto ya se ha llevado a cabo. Tampoco hay que olvidar, por ejemplo, la tendencia tan masificada de jugar con la ocurrencia, el chistecillo visual, la gracita de la proposición más original, sin apenas estructuración ontológica y cuya importancia recae sólo en la llamada de atención y la sorpresa, convirtiéndose tanto por su propia naturaleza como por la excesiva repetición de dichos esquemas en algo, en mi opinión, absolutamente anodino. Además, este tipo de propuestas conceptuales y “de idea” contribuyen en cierto modo a la institucionalización del arte y al Poder, son el mayor favor para los y las críticas de arte que necesitan el verbo, lo discursivo, para poder llenar libros y catálogos, dejando de lado otra serie de cuestiones quizá más trascendentes y pudiendo facilitar una supuesta transcripción del significado completo de una obra, cosa que desde mi punto de vista es terrible.
Igual que lo es en cualquier otra disciplina artística, así lo es en cierta medida con el sonido. Es decir, es muy habitual ver artistas de audio que trabajan según estos parámetros. A pesar de que no sea algo que a mí me guste y que no considere estrictamente experimental, siempre existen propuestas que tienen interés y que, dentro de su propia naturaleza, pueden tener mucha validez aunque no concuerden con nuestro gusto personal o nuestras visiones del arte. El principal problema que veo en este tipo de propuestas sonoras en las que lo lingüístico (ya sea a nivel de concepto como a nivel de idea en el sentido de ocurrencia) tiene preponderancia es que, muchas veces, llegan a tus manos trabajos sonoros cuya escucha no es indispensable. El propio objeto-disco parece ser ya un contenedor conceptual que lleva inserta la idea que lo generó, la estrategia por la que fue creado. La propia existencia del disco y el saber acerca de su contenido ya parecen ser suficiente. Con saber de qué va la cosa, cuál es su intencionalidad, ya casi lo tenemos todo, sin necesitar expresamente escucharlo, en mi opinión. Podría ser, por decirlo así, un disco-acción, su propia creación ya lo completa, sin tener en cuenta la fenomenología de la escucha ni la experiencia propia de su contenido. Otro problema, ya más personal, que identifico es la creencia en que lo discursivo tiene un potencial político y revolucionario, cuando al final, al tratarse de información simplemente lingüística, no plantea un verdadero cambio ni una auténtica transgresión de nuestros propios esquemas sino que se queda en una mera exposición de ideas, un panfleto político. En mi opinión, la propia forma no discursiva tiene el potencial de ser muchísimo más revolucionaria, entendiendo revolucionaria no como sierva de unas ideas concretas sino como impulsor hacia un cambio más personal con cuestiones como la generación continua de lo nuevo y la superación de las trabas propias de nuestro pensamiento y percepción. La propia forma, con su potencial de quebrantar los esquemas del sujeto creador, genera un avance real, no situado en la mera representación.
Dicha forma de trabajar quizá no tenga que ver estrictamente con una insuficiencia a nivel de texto de la música experimental, sino simplemente con la comentada tendencia masificada en el arte en general. Si consideramos el texto no desde la literalidad (que podría identificarse en la letra de una canción en la música popular o tradicional) sino desde una perspectiva más sofisticada que lo identifica con lo discursivo, nos damos cuenta de que dichas piezas conceptuales acarrean a sus espaldas grandísimas cantidades de información textual discursiva que, de hecho, es condición indispensable para su completa percepción. Por lo tanto, creo que es obvio que hay un plus de texto añadido respecto a otras propuestas sonoras, pero aún así no creo que el desarrollo de este tipo de cosas tenga que ver específicamente con ese añadido, sino más bien con la filiación a una simple tendencia muy masificada dentro del arte en general.